jueves, 5 de mayo de 2011

A la deriva.

El sol brilla a reventar,
pero su luz no llega a iluminar
lo más oculto del mar,
ni su más profunda oscuridad.
Frío,
gélido mar
cuyas olas ocultan
Tempestad
(Turner)
la tragedia que asola en soledad.
El barco sigue en movimiento,            
se deja mecer con brusquedad,
soportando la implacable
fuerza del viento,
la sucesión
de días y noches,
y la bravura de las olas,
crueles hojas de cristal,
que dirigen el rumbo del barco,
que deciden el destino
del marinero que no despierta
de su amnesia fatal, de su atroz oscuridad.
Mar que robas vidas,
mar que marcas destinos,
muestra benevolencia
por ese anónimo y solitario ser.
No es culpable de nacer,
no es culpable de estar.
Es un no-ser.
Es un no-fue.
Dolor y sangre.
Asfixiante sal,
tú que ocultas tras tu manto
la vida que el marinero sin pasado deja atrás,
no le niegues tu compasión.
Amnesia sin final. Olvido deliberado
para no volver atrás, para no afrontar
la tierra, la casa y los rostros del mal.
                   Azul.
                  A ese marinero a la deriva
                  nadie le puede rescatar.
                  Está a solas con el mar.
Y mientras el sol sigue brillando a reventar,
las olas altivas le azotan sin piedad,
le queman con su sal,
le aplastan con brusquedad
y le empujan sin parar.
Sal,
asfixiante sal.
Azul oscuridad.
El agua negra inunda con crueldad
los pulmones casi ahogados del marinero en soledad.
Olas negras que le azotan y empujan,
altas,
             fuertes,
                             feroces
                                           garras de cristal
rasgan el oscuro sueño de la memoria,
le obligan a mirar atrás,
le hacen desear
un suelo firme sobre el que pisar, 
un aire seco que respirar.
Azote de olas;
de nuevo, la sal.
Sed
de volver.
Más sed
de agarrar
la tierra, la casa, los rostros del mal.
Mar,
negra oscuridad,
ya no puedo respirar más,
ya no puedo ni pensar,
sólo empujar el agua con mis brazos extenuados,
sólo patalear
en busca del equilibrio en el agua,
de un punto de apoyo en el mar.
El sol no da tregua.
Empiezo a recordar...
Cada ola, un rostro;
cada trago de agua salada, un puñal clavado en el alma;
cada brazada, un nuevo paisaje
de sal,
de tierra,
de hierba,
árbol sin hojas
de un pasado del que no puede escapar;
cada golpe de agua, un grito de oscuridad,
un gesto de espanto,
cuerpo deshecho en desgarros,
chorros de sangre diluida en el mar,
jirones de carne que a la tierra van,
como yerma simiente que se arrastra en aras de fecundar,
como río seco cuyo cauce zigzaguea el rastro de un pueblo por habitar,
de unos seres que la muerte dejó atrás,
ignorando
que todo pasado es futuro
y presente fatal.
                Azul.
                A ese marinero a la deriva
               nadie le puede rescatar.
               Está a solas con el mar.



3 comentarios:

  1. Impactantes y sobrecogedoras palabras que nos hacen tomar conciencia del duro y arriesgado trabajo de los hombres en el mar...gracias por compartirlo y por tus especiales comentarios en mi blog, es todo un lujo poder contarte entre mis visitantes!!!

    Un gran abrazo, María del Mar!!! ;)

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  2. el sol brilla y en la noche descansa,
    el mar puede llevar a la orilla o a sus profundidades,
    el marinero duerme, pero tambien puede despertar.
    la vida en este plano donde experimentamos la dualidad,
    donde nuestra inocencia nos hace tomar partido, viendo la mitad de la perspectiva,
    lo bueno, lo malo,
    pero hay un sol incandecente,
    un mar de vida infinita,
    un amor perenne en el corazon del marinero.

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  3. Magnifico poema!!!! mis felicitaciones.
    Un abrazo.

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